El presidente Luis Abinader dejó claro temprano, con palabras y con acciones, que no buscaría un tercer período, y se supone que es caso cerrado, aunque por los precedentes y las características propias del sistema político dominicano todavía hoy, hay gente que no lo cree. Algunos han llegado a decir que se trata de un plan y que luego se “sacrificará”, pero quizás lo que motive a muchos a pensar así es que eso es lo que harían si estuvieran en la posición de Abinader. La realidad es que Abinader no va, lo que no significa que no vaya a jugar un rol determinante en la política del patio, y el proceso interno de su partido será el reto más inmediato.
Bajarle algo
Abinader es un presidente trabajólico, que dedica muchas horas al trabajo, y que está encima de todo. Su jornada es lo que más se parece al 24/7, del que usualmente se habla pero que es humanamente imposible de realizar. Además de la carga que representa manejar el Gobierno, desde el principio, por decisión propia o porque las circunstancias lo han obligado a ello, ha sido, en la práctica, el principal vocero de la gestión, otra función que implica tiempo y energías. Como parte de ese rol, también es muchas veces el hombre que da respuestas a los opositores al Gobierno, sobre todo en esta etapa, en la que dos expresidentes son los que encabezan la oposición, con distintas motivaciones, ya que uno quiere volver al cargo y el otro busca mantener vigencia. A medida que el proceso hacia el 2028 vaya avanzando, Abinader podría, si quisiera, soltar poco a poco esa parte, debido a que otros actores entrarán a escena. Los aspirantes del PRM tendrán que jugárselas, por el partido y por el Gobierno, cosa que no están haciendo ahora del todo. Pero ahí Abinader tendrá otras tareas políticas, ya en esta fase como árbitro del proceso interno y garante de la unidad.