Desde sus inicios, las teorías relacionadas con el desarrollo se interesaron por los procesos de enriquecimiento material, es decir, por el incremento del volumen de producción de bienes y servicios. Estas teorías economicistas entendían que el medio para alcanzar el desarrollo era la acumulación de capital físico. Se defendía que un aumento del producto interior bruto per capita reduciría la pobreza e incrementaría el bienestar de la población.

Esta premisa se basaba en que, a más producción, más renta, y, a más renta, mayor bienestar económico. Es decir, que el desarrollo estaba directamente relacionado con el crecimiento económico, tanto de los países como de las personas.
Como apunta Keith Griffin en su ensayo “Desarrollo humano: origen, evolución e impacto”, el crecimiento se convertía no sólo en el medio para alcanzar el desarrollo, sino en el fin del desarrollo mismo.
Esta idea del desarrollo no sólo influía en la forma en que se entendía el concepto, sino que también afectaba a la hora de medir el fenómeno. Durante la década de 1970 varios autores y economistas de instituciones destacadas como el Banco Mundial o la Organización Internacional del Trabajo reconocieron que el aumento de la producción no era suficiente por sí solo para reducir la pobreza y alcanzar el desarrollo.
Tomando en cuenta los parámetros establecidos, República Dominicana un país económicamente subdesarrollado. Renta per cápita baja, una elevada desigualdad de las rentas, una mala sanidad y una esperanza de vida reducida, escasos niveles de productividad, mano de obra sin cualificar, escasa tecnología y bajo Índice de Desarrollo Humano (IDH).
La gestión de gobierno actual sus resultados deberán avaluarse al término de su mandato, por eso nos limitaremos desde 1966 hasta 2020.
Los cambios políticos de 1961 tuvieron repercusiones de trascendencia en la estructura económica y social. La reivindicación para el patrimonio nacional de los principales bienes productivos y el despertar de la conciencia social impusieron al nuevo Gobierno las funciones de administrar las empresas y buscar la justicia social esperada.
La reincorporación de la ciudadanía a la vida política, el pujante surgimiento del movimiento obrero, la práctica libre del derecho de reunión y la formación de los partidos políticos que tuvieron lugar durante los primeros años de la década, se vieron acompañados por numerosos y complejos problemas que requerían solución con recursos e instrumentos limitados y por el comportamiento desfavorable del sector externo, y se combinaron para propiciar la agitación y finalmente el desencadenamiento de la contienda bélica. Sin embargo, el espíritu de progreso y la voluntad de moldear un futuro de estabilidad y crecimiento se mantuvo latente en la población, culminando con la instalación del gobierno constitucional en 1966 y abriéndose una etapa de transición y ordenamiento con objetivos definidos.
La iniciación de una política de austeridad ajustada a las realidades, la reorganización de las empresas del Estado, la revitalización de la economía de mercado, el estímulo a la iniciativa privada y la promoción de la inversión tuvieron como resultado una reacción de la economía y un ordenamiento institucional que situaron al país ante el inicio de una nueva fase de su proceso de desarrollo en 1968.
Para avanzar un poco, desde 1990, República Dominicana ha conocido un periodo de gran expansión económica. Entre 1993 y 2020, el PIB creció a una tasa anual aproximada de 5.3%, siendo uno de los países de mayor crecimiento en la región. Esto, junto con reformas estructurales ha llevado a un mayor flujo de inversión extranjera directa especialmente en el área de manufactura en zonas económicas especiales, minería y turismo.
Debemos recordar que nuestro Código Tributario tiene más de treinta años, dejado a la posteridad por los gobiernos de turno. Esta reforma es vital para nuestro desarrollo económico, pues, la economía mundial y local vive en constante movimiento.
Sin embargo, este crecimiento no ha estado acompañado de una disminución notoria de la pobreza y de la desigualdad, y hoy en día aproximadamente un tercio de la población vive por debajo de la línea nacional de pobreza y una proporción importante de la misma es vulnerable a caer en ella, además pocos dominicanos tienen acceso a servicios de educación de calidad, salud preventiva y una vejez digna.
En las últimas décadas la palabra desarrollo es utilizada como discurso político que intento tatuarse en la mente de los ciudadanos, aun cada persona conociendo su realidad.
El desarrollo de los pueblos no viene acompañado de cisternas, bombas sumergibles, rejas, tinacos, camiones de agua, agua embotellada, inversores, baja calificaciones en materia de educación, salud hospitalaria, seguridad represiva. Baja calidad en la alimentación, entre otros.
Debemos redefinir nuestro rol y asumir un discurso impopular, pero que deje establecido que sin el compromiso ciudadano no podremos encaminarnos hacia el desarrollo.