Fernando Belinchón
Desde el bolsillo hasta el modo de vida, para algunos jóvenes la posibilidad de ganarse su sustento dedicándose al sector primario no genera interés, sin embargo, otros sí se lo han planteado, pero pocos son los que dan el paso. El estar familiarizado con ello y percibir que se tiene la oportunidad de desarrollarse, factores clave para atraer a los jóvenes.
Si cada vez es más raro ver a un agricultor, más lo es el hecho de que además sea joven. El campo tiene un problema a nivel global con el relevo generacional y las cifras así lo demuestran. En 1991, según el Banco Mundial, el 43,7% de los humanos trabajaba en el sector primario. En 2019, el porcentaje había caído hasta el 26,7%, un porcentaje aun relativamente elevado gracias a los países en desarrollo, ya que ese mismo año, en los países de renta alta, solo alrededor del 3% de la población se dedicaba a este tipo de actividad. Pero además del descenso de profesionales, los que quedan son más mayores al no llegar nuevos trabajadores jóvenes, lo que a su vez implica una serie de consecuencias que se dejan notar en las características de las explotaciones agrarias, el tamaño de las explotaciones va más hacia los extremos, ya sea por reparticiones tras herencias o por la previsible concentración de terrenos al irse reduciendo el número de personas dedicadas al sector).
SUBSIDIOS INTELIGENTES
Los subsidios juegan un papel muy importante a la hora de sostener al sector primario. Según datos recogidos por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés), cada año, los Gobiernos mundiales destinan un total de 700.000 millones de dólares a esta partida. “Aunque bien intencionados, estos subsidios a veces van en contra de su objetivo principal: aumentar el rendimiento de los cultivos y los ingresos de los agricultores y desarrollar las economías rurales”, indica el WRI en un estudio.
Por ello, la organización sugiere que se implementen subsidios más inteligentes. Bajo su punto de vista, En esta definición entrarían subsidios que no den dinero para fertilizantes y plaguicidas de bajo rendimiento, que creen incentivos para restaurar tierras y que prioricen sobre todo a los pequeños agricultores.